Por Magda Durán
Tú llegaste a la vida de un lugar cálido, redondo, abundante, fluido, adaptado, seguro y preparado para ti: el útero de mamá. Éste fue tu espacio de contención y nutrición y el que te hizo posible. Desde este contacto con la madre te conectaste con el lenguaje de la vida. De aquí en adelante, todas tus relaciones vienen dadas por este contacto.
En estos meses, en los cuales permaneces en este redondo contacto vital, reconoces el lenguaje de la historia y del deseo. Recibes toda la información de tu amplio sistema familiar. Lees, cual lee un libro, el anhelo por tu llegada, los ires y venires, la zozobra y la tranquilidad, el miedo y la certeza, la salud y la enfermedad, la fuerza y la fragilidad, entre muchos más.
También, escuchas el tic- tac del corazón de mamá una y otra vez. Con éste, identificas el lenguaje del ritmo. Gracias a él, reconoces que existe un orden, unas secuencias naturales en el tiempo, unas rutinas que te dan la certeza que todo funciona y que la angustia no es necesaria porque todo está en su tiempo. Tú no tienes que hacer nada para que el tic- tac siga su propio ritmo, te da seguridad en lo que sucederá después y en su estructura en el tiempo.
El lenguaje de la flexibilidad te lo da el movimiento que fue posible en esa piscina que te acogió durante el tiempo necesario y que representó un lugar seguro para ti y que te puso en contacto con un estado abierto de posibilidades, abierto a que todo es posible y donde puedes moverte como pez en el agua.
El abrazo constituye el lenguaje de la contención. Estás en una bolsa redonda que te contiene, con unas paredes que hacen posible continuar estando ahí, que te arrullan y te protegen. La bolsa es el círculo, que en todas las culturas es el símbolo de la vida (como lo expresa Maité Cordero Ayuso: pedagoga sistémica, consteladora familiar y astróloga).
Todo es lenguaje. Y aquello que no pasa por el lenguaje está, para ti, desprovisto de sentido (decía Francoise Dolto: pediatra – psicoanalista francesa). Éste da sentido a los actos, pensamientos, objetos, sentimientos, gestos. Y el lenguaje sólo tiene sentido a través de tu vida, de esa que recibiste, que tomaste toda de tus padres y a la que tu madre dijo sí y contuvo.
Y tú dices: “Valió la pena”
¿Realizas la lectura de tu historia tal como es o como te gustaría que fuera?
¿Reconoces la abundancia en tu vida o crees que no es suficiente lo que llega a ti?
¿Identificas la contención que tienes en el útero universal?
¿Reconoces el ritmo de la vida o te angustias cuando no suceden las cosas tan rápido como quisieras?
¿Reconoces que vives en el mundo de todas las posibilidades o se te dificulta verlas?
¿Tomaste la vida y cuál es tu próximo paso?