Un buen momento para conectarnos con nuestra esencia
Por: Luz Estela Álvarez Osorio
En este tiempo que estamos viviendo como humanidad, se ha despertado la necesidad desenfrenada de buscar nuevas posibilidades para subsistir, desarrollando diversas alternativas que nos llevan a vivir desde un modo de supervivencia e incluso nos implican sacar fuerzas desde donde no existen y aunque surjan estas nuevas posibilidades, los caminos mentales siguen siendo los mismos al igual que las mismas actuaciones, queriendo resolver y controlar todo a nuestra manera. Esto implica vivir desde antiguos paradigmas y creencias y cuando no se obtiene el resultado que se espera, regresa la incertidumbre, la ansiedad, los miedos y el mar de emociones que nos sobrepasan, convirtiéndose entonces, en un círculo vicioso que se repite y que nos lleva de vuelta al mismo lugar.
En este estado de confinamiento donde no tenemos otra opción que la de estar con nosotros mismos, la rutina del día a día paró y no podemos evadir nuestras emociones con los amigos, yendo al cine, de compras o de paseo. Esta prohibición hizo que nos enfrentáramos con emociones y miedos muy profundos que todas la ocupaciones, encuentros y rutinas habían tapado. Entonces, tuvimos que quedarnos adentro, adentro de nosotros mismos atravesando nuestras sombras, sombras que no son sombras pues en ellas se esconden poderosas perlas de conocimiento y expansión que nos conducen cada vez a descubrir lo que verdaderamente somos.
Todo ha sido movido: las personas, las instituciones, las estructuras; y resistirnos a este movimiento nos lleva a una lucha incesante con la vida, a ir contra la corriente, a gastar nuestra energía para darnos cuenta de que lo único infalible es el cambio. Frente a esto solo queda rendirnos a lo que la vida nos está mostrando, no desde un estado de cobardía, por el contrario, desde entregarnos al movimiento sagrado de la vida que está siendo dirigido por fuerzas inmensamente grandes que tienen el control y el eje de todo cuanto existe.
Todo esto puede sonar muy romántico, sin embargo cuando nos conectamos con nuestra verdadera esencia y reconocemos que somos “Hechura de la misma partícula Divina” soltando el control a una fuerza más grande que nosotros que desde mi experiencia llamo “Dios”, podemos darnos cuenta de que por mucho que nos preocupemos nada cambia, de que solo podemos vivir un día a la vez, de que no se necesita mucho para vivir y desde allí se vive lo verdaderamente valioso, amar a los cercanos y valorarlos, aprender nuevas cosas, disfrutar de nuevas experiencias simples y comunes.
Todo esto nos conduce a vivir en un estado de creatividad permanente, pues cuando tenemos la capacidad de aceptar amorosamente la vida como llega, desde nuestra voluntad como adultos y de asombrarnos por todo lo que sucede desde la experiencia de un niño, nos abrimos a nuevas posibilidades que nos conectan con nuestras fortalezas, nuestras virtudes y nuestros dones, generando una mejor relación con nosotros mismos. Es así como acogemos la realidad tal y como es para permanecer únicamente en el presente: presente que es marcado por los latidos del corazón.
Este bendito momento de “quietud” nos ha llevado a conectarnos con nuestra esencia divina y a despertar nuestra poderosa luz, para comprender que nuestras sombras son solo espacios donde no habíamos permitido dejar pasar la luz.