Por Mónica Giraldo

Cuando pienso en la muerte de Bert Hellinger no puedo dejar de pensar en ese último encuentro con él en México

Para muchos de nosotros era evidente que él “ya no era de este mundo”. De hecho decidí que ya no iría a verlo más, que esa era la despedida. Tal vez por eso no siento dolor o sorpresa, es como un anuncio del que ya había tenido noticia antes.

Podría hacer una larga exposición de lo que él ha significado en mi vida, pero creo que solo sería otra historia como la tuya, llena de gratitud y sorprendentes cambios y verificaciones en mi y en mi familia.

Lo que siento hoy es la fuerza esa última experiencia. En ella quería llevarnos a un lugar del que él ya era habitante permanente. Lo que más curioso me pareció es que no se trataba de un lugar distinto, ni de un alejarse o partir. Su descripción, que no era intelectual sino un gran movimiento del que nos invitaba a formar parte, era la de una gran expansión donde esta vida transitada y todos sus recuerdos y personas importantes pasaban a un segundo plano, a un plano de insignificancia frente a lo que ahora se desplegaba frente a él.

Me ha gustado siempre la analogía de la metamorfosis de la mariposa para comprender la muerte. Morir a ser gusano para nacer a ser algo más, totalmente diferente. Lo que Hellinger compartió esos días era diferente. 

Recuerdo poco de lo que dijo, pero recuero que me hizo pensar en una analogía que no sé si es mía o la tomé de alguien más. 

Si me pienso como la conciencia de una célula en mi cuerpo donde una célula es todo lo que soy y el límite físico exterior de mi existencia es la membrana celular, y tengo una función en relación a las células que me rodean y me comunico y relaciono con ellas de diversas maneras. Unas son mis amigas otras mis familiares y otras solo vecinas.  Sé que hay trillones de otras como yo pero realmente conozco a unas pocas y eso es suficiente para tener toda una vida llena de experiencias, compartires, días difíciles y días espléndidos.

A veces tengo conciencia de pertenecer a algo más grande que yo y lo conocido. Una sensación de que lo que hago y lo que me sucede está regido por una inteligencia superior. Todo parece tener un cierto orden y mucho de lo que me sucede no parece ser el resultado del azar y mis decisiones sino de una fuerza que viene de lejos. En ocasiones las células que he conocido mueren, de un momento a otro se desintegran y ya no están. Eso me produce tristeza y me pregunto que sucede con ellas después de que ya no están fisicamente. ¿Hay otro lugar?¿Solo desaparecen?

Y un día esta conciencia de ser esta célula parece no ser suficiente. La membrana celular ya no me puede contener y quiero ser mucho más que esto y comienzo a sentir algo extremadamente nuevo, de pronto mi cuerpo también deja de funcionar y se desintegra y entonces lo que soy realmente se expande y se expande hasta adquirir la forma de un cuerpo humano. Y ahora me siento limitada por mi piel, y creo que todo lo que está fuera de mi piel no soy yo, y de allí hacia adentro está lo que soy.

Y de pronto por un instante hay un pequeño recuerdo de ser una célula, pero a la vez soy todas las células de este cuerpo y todo aquello: mi historia, mis recuerdos, las batallas y dramas que parecían tan grandes e importantes se diluyen entre millones y millones de otros hasta prácticamente desparecer. Desde esta perspectiva ahora todo tiene sentido, el cerebro, la homeostasis, como todo en este cuerpo funciona de manera perfecta porque hay un orden y un propósito.

Algo así expresaba Bert en ese entrenamiento. Una expansión hacia algo más grande que contenía todo lo conocido hasta ahora y que en comparación se antojaba insignificante. Desde ese “lugar” ahora todo “esto” se veía diluido perdido, pero realmente no se perdió, ni se fue, sigue allí contenido, incluido, solo que en la perspectiva de lo que “viene”, inapreciable.

Eso parecía estar sucediendo con él, y allí nos quería llevar. me sentí como tratando de subir a una ola con él y dejarme llevar por ella a la experiencia. 

Viendo atrás puedo comprender cómo ese último entrenamiento me llevó al reencuentro con la meditación y la búsqueda de la expansión de conciencia más allá de esta experiencia física.  En sus palabras siempre vamos a más. A más vida, inclusive cuando creemos que la vida termina porque un cuerpo se desintegra, realmente seguimos yendo a más vida, a fundirnos con la vida misma.

Hoy siento al Bert de mis recuerdos lejano y desconocido. Recuerdo cómo él hablaba de Jesús y lo sentía aquí vivo y vigente en él. Hoy siento a Bert Hellinger vivo y vigente en mí, no lo extraño, no lo duelo, no puedo, no se ha ido para ninguna parte es uno con todo y conmigo.